El yacimiento arqueológico de Villasviejas del Tamuja es uno de los castros más emblemáticos de la cuenca extremeña del Tajo, tanto por su importancia histórica como por sus características constructivas, razones por las que ha sido objeto de varias excavaciones arqueológicas y monografías dirigidos. Estos trabajos se complementan con recientes estudios sobre análisis de paisajes arqueológicos.
Geográficamente, el yacimiento se sitúa entre los términos municipales de Botija (Villasviejas del Tamuja y necrópolis de El Mercadillo) y Plasenzuela (necrópolis de El Romazal I y El Romazal II), enclavados en la Comarca Sierra de Montánchez y Tamuja, en un paisaje adehesado con presencia de ríos y arroyos que surcan la penillanura pizarrosa formando los llamados «riberos» o encajonamientos por la erosión.
Los restos arqueológicos conservados corresponden a un castro o poblado fortificado de la II Edad de Hierro (s. IV a.C.) pero con una ocupación anterior y una continuidad en la ocupación hasta el cambio de era. Una particularidad de este asentamiento es el que cuenta con dos recintos amurallados independientes, situados cada uno en un pequeño promontorio enmarcados por los meandros encajonados del río Tamuja.
El llamado Recinto A está situado en una península estratégica y de fácil defensa al estar delimitada por el escarpe del río Tamuja y el desnivel producido por el arroyo del Verraco. La zona llana, defendida por dos grandes fosos, permitía un acceso rápido a los recursos prioritarios, como son el agua, los campos de cultivo y la dehesa.
El Recinto B se localiza en una pequeña loma al suroeste del anterior. Su forma es cuadrangular, con una pendiente considerable desde la esquina Suroeste hacia el flanco Norte, que está protegido por el encajonamiento del río. El resto de flancos, excepto el este, en donde se localiza también el mencionado arroyo del verraco, están reforzados por fosos longitudinales tallados en la pizarra natural.
Así pues, el yacimiento arqueológico de Villasviejas del Tamuja es importante para la comprensión del poblamiento del territorio extremeño en el período conocido como Segunda Edad del Hierro, especialmente en la cuenca extremeña del Tajo y que culminará en el control por parte de Roma de todos estos territorios.
En el entorno del castro han sido halladas y excavadas tres necrópolis de cremación: El Mercadillo, El Romazal I y el Romazal II. Fueron estudiadas por el equipo de F. Hernández en la segunda mitad de la década de los ochenta.
Las necrópolis excavadas nos informan de las creencias, organización social e influencias de los pobladores protohistóricos del castro. Se ha supuesto que la necrópolis del Mercadillo es la más antigua, del s. IV a.C. En ella predominan las influencias meridionales y la aristrocracia guerrera no se manifiesta en los ajuares con armas. El ritual característico es la deposición de los restos en una urna junto a algunos elementos de ajuar, a veces protegidos por encanchados circulares o cuadrangulares, lo que es un elemento inédito en las necrópolis de Extremadura y la relaciona con las Ibéricas Andaluzas y de la Meseta Sur. El Romazal II es de una cronología posterior, en torno al siglo III a.C., e inmediata con el Romazal (s. II-I a.C.). Nos evidencia que las influencias célticas de la Meseta han penetrado a estas latitudes, revelado por la mayor presencia de armas y el tipo de éstas, depositadas en urnas y sin encanchados de ninguna clase. Estas dos últimas necrópolis se sitúan a 1 km. al este del recinto A.
En definitiva, la relevancia histórica, arqueológica y patrimonial del yacimiento, su necesaria protección frente a potenciales factores de afección y su valoración social justifican su declaración como Bien de interés cultural.